Respirar es un un acto automático, inconsciente, mecánico y autónomo a nuestra voluntad, quizá el único mantra propio de la vida. Cuando se profundiza sobre un acto que es asimilado como obvio, surge la perfección. Una piedra sumergida en un río, adquiere una forma distinta a su original por el movimiento y el cambio, convirtiendo la inmovilidad en un acto de permanencia. La mecánica de la vida es un ritual similar, una repetición autónoma de evolución y perfeccionamiento.